Loíza Boulevar en Downtown Condado

Si tengo que identificar un punto de partida diría que todo comenzó con el incauto fragor de la pasada campaña electoral. No hacía tanto que había regresado a “la isla” con una maleta llena de ropa económica y de calidad, mucho más fresca y adecuada para el día a día en pleno trópico que lo que suelen vestir los maniquíes en las vitrinas de los centros comerciales y los cuerpos de automovilistas que, a duras penas, caminan por las calles del país. Soñaba con la última tendencia en el reciclaje de espacios y estructuras que en otras ciudades salvan a toda costa porque no se pueden dar el lujo, como hacen por estos lares, de borrarlos del paisaje, el acervo cultural y la memoria colectiva. Lamentaba no poder participar del diseño de secciones de calles concebidas para el paso y el regodeo que no el padecimiento y la inmovilidad. Entonces, se anunciaba con bombos y platillos el cambio de “look” de la calle Loíza.

Como en la prensa se señalaba que el re-diseño de la Loíza respondía a los intereses de la comunidad, me lancé a buscar esa organización a la que sumarme con la esperanza de encontrar una oportunidad para aportar algo al barrio. Para mi sorpresa, sólo encontré una agrupación de comerciantes mermada por el desengaño. De más está decir que fue imposible corroborar que se hubiera llevado a cabo, como mínimo, algún proceso de consulta pública. Cinco meses más tarde se sabría que llegaría un cambio en la administración municipal de San Juan y casi un año después participaría en la incorporación de la Asociación de Residentes Machuchal Revive (ARMaR) para apoyar el desarrollo de Casa Taft 169 e intentar suplir la falta de esa organización comunitaria local.

Entre una cosa y otra, un grupo de vecin@s se dio a la tarea de organizar la primera Fiesta de la Calle Loíza. Fue, precisamente, en esa primera celebración que decidí incursionar en el “activismo urbanístico” que hoy ocupa la mayor parte de mi tiempo, colocando un cruza calle en el ciclone fence que rodea el llamado “adefesio” de la Loíza. Ya para la segunda edición de la Fiesta el sueño de crear un Centro Cívico autogestionado en una propiedad abandonada se había comenzado a materializar y era otro cantar. Habíamos participado de las reuniones de orientación para la actividad y –a pesar de que el Chikungunya se había apoderado dolorosamente de nuestros cuerpos y el barrio entero– trabajamos a destajo en una mesa que montamos bajo la carpa de organizaciones comunitarias.

CruzaCalle

El pasado 4 de octubre (2015) nos tocó volver a montar mesa en la Fiesta de la Calle Loíza para celebrar su tercera edición. La jornada comenzó para mí a las cinco de la mañana porque aún había que preparar hojas informativas, reunir materiales, etc. La experiencia me ha enseñado que se trata de una extraordinaria oportunidad para acercarnos a la gente, generar ingresos y convocar a la comunidad a participar y vincularse con el trabajo que hacemos pero sobre todo con el que deseamos hacer. Es un trabajo intenso pero feliz porque cada vez somos más los que nos reconocemos como miembros de la misma comunidad. Coincidir en la calle y abrazar a algunos de los que fueron mis estudiantes en la escuela Goyco, recibir el alivio de un sobito ungüentado en mi tobillo enfermo, poder ir a un baño cercanísimo en Casa Estrella, son muestras de esos lazos afectivos y de colaboración que hemos ido forjando desde el quehacer diario, la proximidad y la familiaridad.

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El caso es que no ha sido necesaria una gran actuación urbanística de millones de dólares en diseño e infraestructura para resaltar el atractivo no sólo de la calle Loíza sino del sector Machuchal. En pocos años, iniciativas comunitarias, educativas y culturales de variado interés y alcance han puesto de manifiesto, para bien y para mal, las bondades de este pedacito de Santurce donde, de momento, parece no entrar en la ecuación aquello de proponer determinadas inversiones públicas. El meollo de la cuestión está en cómo conjugar atractivo, singularidad, comunidad, autogestión, iniciativa privada, mercado inmobiliario y mucho más, para resistir el temido quítate tú pa’ ponerme yo gentrificador que nos está arropando/desplazando a pasos agigantados. A estas alturas y dada la velocidad de algunos procesos, cada vez es más frecuente que la pregunta se cuele en las conversaciones entre vecinxs, amigxs y colaboradorxs. Más allá de debatir y asumir una postura crítica sobre lo que está pasando y sus efectos en nosotros, la comunidad y el carácter de nuestro barrio, vale la pena intentar actuar de forma unida y consistente con nuestras aspiraciones de bienestar colectivo. Digo yo, si es que queremos que la Fiesta siga siendo en plena calle y no en un “Boulevar”, en el corazón de Machuchal que no en el “Downtown Condado”.

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